7 consejos para escribir cuentos de terror



por Esteban Dilo

Esta nota no tiene otro sentido más que ayudar al que lo necesite. No son reglas de oro ni consejos definitivos para escribir un cuento de terror. Cuando uno arranca con este sueño por cumplir, llega un momento donde tiene dos opciones: primero pedir ayuda, —ya sea buscando un curso de literatura, una opinión, enviando textos a diferentes certámenes para recibir la gloria de ser seleccionado o el trabajo de corregir, etc—, y la segunda sería el que no le gusta o no puede pedir ayuda y busca las herramientas en otro lado: las que están al alcance de todos.
Bueno, yo fui un poco con cada opción y por eso acá dejo algunas herramientas que a mí me ayudaron. Si algo me dio la literatura fue encontrar con mucha gente dispuesta a ayudar y, muchas de esas personas hoy son grandes amigos. Así que no puede salir mal.
Empecemos:

¿Dónde quedan los sentimientos?

Generar sentimientos cuando se escribe es muy difícil, ni siquiera hablo del terror, sino de algo que modifique el comportamiento del lector. Piensen que la persona que estará leyendo su cuento va a estar muy cómoda, sentada en su mejor lugar, con la temperatura que quiere, quizá tomando algo, en su casa y disfrutando de la lectura; cuántas veces se escucha la frase “disfruto de la lectura”; bueno, ese tiene que ser tú punto de fuga. Una vez que sabemos eso y otros detalles como por ejemplo hacia qué publico apuntará la historia, podemos ponernos a diagramar lo que vamos a hacer o simplemente dejar que la historia nos guíe.
El miedo, ese posible primer sentimiento, está más cerca de lo que uno piensa. Ahora, en este preciso momento, ¿qué es lo que te genera miedo? Yo, por ejemplo, les puedo contar que mi hija está jugando en el patio delantero con mi sobrina y lo primero que se me cruza es que alguien la rapte, o la ataque un perro o directamente pase algo fantástico —se meta adentro de una mancha de humedad—, bueno, ahí tenemos un buen punto de partida. El miedo está en lo conocido, en el día a día, sino miren los informativos y díganme si no es así. Si pensamos en crear un monstruo, un mundo, nuevas reglas y recién ahí, maltratamos algunos personajes, lo más seguro es que la cosa quede a medio hacer. No digo que no se pueda realizar, pero, a mi parecer, las mejores sensaciones que podemos transmitirle a los lectores son las que compartimos con ellos. Los miedos pueden variar en cada persona, pero siempre es más factible empatizar con situaciones cotidianas.

¿Cuán largo debe ser el cuento?
Acá depende del proyecto que nos hayan pedido, el concurso al que deseemos participar o simplemente cuanto tiempo tenemos para hacerlo. En un microrelato, por ejemplo, es muy difícil demostrar un sentimiento por el simple hecho de que el lector no siente nada por el personaje, no lo conoce, es un objeto más. Si tenemos la posibilidad de contar cómo es el protagonista, de qué vive, que tiene, de dónde salió y varios datos más, se nos va a hacer más fácil jugar con él para sorprender al lector, el cimbronazo va a ser certero. Un ejemplo fácil es: te cuentan algo que le pasó al hijo del vecino y a vos no te genera nada; ahora, te cuentan algo que le pasó a un amigo, que sabés por las que pasó o los problemas que tuvo de chico, o lo valioso que es como persona y… ¿a vos cómo te llega eso? Es obvio que el sentimiento es distinto, bueno, acá pasa lo mismo. Hay que preparar el terreno para que las emociones del lector fluyan al igual que los párrafos del cuento.

Personajes verdaderos

Siguiendo un poco con el tema del punto anterior: hay límites en todos los géneros, y cuando hablamos de terror, esta delgada línea de encuadre se convierte en nuestra enemiga. En una novela los límites autoimpuestos son más generosos, en lo acotado del cuento no, hay que ser prácticos. Por ejemplo, si escribimos un cuento donde la sangre, la carne y el gore —que me encanta y si se aprende a usarlo correctamente pueden generarse muy buenas escenas— son el foco principal, el personaje queda de lado, pero lo peor de todo es que el lector, al pasar apenas unas páginas, se va a cansar y en un breve golpe de vista dejará la lectura a la mitad.

¿Querés un cliché?

Lo que me pasó cuando decidí ponerme a escribir fue que todas mis historias eran malas copias de otras. Acá juega un gran papel la lectura, es fundamental abrirnos la cabeza con ella. No creo que haya escritores que no leen, y si los hay creo que me daría cuenta de que no lo hacen. El famoso “Al otro día su cuerpo yacía muerto”, “Al otro día nadie supo de él” o “encontraron su cuerpo, pero nunca volvieron a ver su cabeza”, son cosas que ya vimos en las películas, leímos en algún libro, o nos cruzamos en el amplio océano virtual que nos rodea.
“Ya está todo escrito”, esta frase golpea muchas veces, y otras, nos hace poner en un lugar de comodidad, dejando que nuestras oraciones se opaquen por nuestra culpa, por no esforzarnos un poco más. Cuando hablo de esfuerzo me refiero a trabajar un poco más la primera idea que nos viene a la cabeza, darle una, y otra, y otra vuelta, sino, otra alternativa es esperar hasta que la idea esté asentada, y si nos queda dando vueltas en la cabeza por varios días tiene que ser por algo.

¿Connecticut o Buenos Aires?

Hay que elegir el lugar donde van a pasar las cosas. La llegada al lector va a ser mucho mejor si trascurre cerca de él que si pasa en un lugar donde el autor apenas conoce por google maps; además, siempre es más creíble escribir sobre lo que sabemos que de algo que no conocemos. Mi consejo es situar los cuentos en ciudades donde ya hemos vivido, igualmente, con un poco de investigación se puede generar un buen ambiente para que pasen cosas en otros lugares, en otros mundos. Pobre Cthulhu, qué sería de él si saliera del Riachuelo… bueno, ahí hay un lindo ejemplo: en el tercer tomo de Buenos Aires Fantástica de la editorial Thelema lo pueden encontrar.

¿Te lo tengo que contar?

Y acá —hasta el momento— el mejor consejo que me dieron: «no me cuentes lo que pasa, mostralo». No sirve de nada usar los diálogos para explicar una situación, o que haya un personaje destinado a informar sobre todos los hechos como un traductor en vivo. No, ahí está el mayor problema, que no se muestra, se dicta y eso siempre se puede mejorar.
Acá la corrección juega un papel fundamental para encontrar este tipo de situaciones y son reversibles, siempre hay y por más que uno escriba todos los días como un poseso el vómito literario como le digo yo al borrador, está lleno de esto y ajustando el ojo vamos a poder suplantarlos por escenas que le generen algo al lector y no solo informar lo que sucede.

¿Estás diciendo que terminamos?

No sos vos, es el final. La precipitación en los cuentos se nota y queda mal. Sí, como hablaba antes, vas a trabajar tu personaje y el peso de la historia va a aumentar, no tiene sentido que la ansiedad te gane y regales un final. Si dejás un lindo cuento a medias no va a tener sentido —lo peor es que te vas a dar cuenta— y el lector que te lea va a quedarse con esa historia como un recuerdo. Va a volver a leer tu nombre y lo primero que le va a venir a la cabeza será Uf, este escribe de tal manera y pasa de largo.
La resolución del cuento tiene que ser el mejor detalle, sino la construcción que generaste a lo largo de la historia queda desinflada por el cierre. Dejen cabos sueltos para el final. La sorpresa es un gran recurso para desestabilizar al lector y dejarlo pensando, incluso después de la lectura. Desde el momento que una persona se pone a leer algo nuestro está invirtiendo tiempo que hoy no se regala, y eso es el mejor premio.

Consejo extra


El libro Clínica de Terror es un ensayo escrito por Gonzalo Ventura y Ruben Risso, dos compañeros del colectivo editorial De La Fosa que la tienen muy clara con este tema. Parte de la contratapa dice:

"Ponemos a tu disposición todo su conocimiento para que te conviertas en un autor o autora de horror. Decimos: "¡Basta de las mismas historias de siempre!" y te damos las herramientas para que asustes a tus lectores con altura y un poco de psicopatía.


Bueno, podría seguir y seguir pero entonces no tendría sentido el título de la nota. Hoy son 7 consejos para escribir cuentos de terror, mañana veremos.
Espero que les hayan servido y no se olviden de leer mucho y escribir siempre que se pueda.
Con el don no se hace más que llegar al primer tiempo, después hay que definir el partido.

Comentarios

  1. Muy buenos consejos, Dilo.
    Actívenos a los lectores el botón suscribir, así no nos perdemos de nada :)
    Abrazo berlinés.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por pasar, Angie. Hay que compartir este tipo de cosas para todos los que llegan =)
      ¡Abrazo grande!

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  2. Buen artículo, Esteban.
    Acerca del punto donde se habla sobre la locación del relato, coincido en la importancia
    de situar la acción en lugares que nos sean reconocibles, o sobre los que se haya indagado lo suficiente. Hay un cuento en particular que creo que es un claro ejemplo:"Bajo el agua negra", de Mariana Enriquez, donde parte de un hecho de la crónica policial para luego adentrarse en una sórdida Buenos Aires a orillas del riachuelo. Creo que, más allá de lo reconocible del hecho policial, es un caso donde la elección del ambiente es vital, y que no hubiera funcionado de la misma forma si lo hubiera situado a orillas del Ganges, por mas contaminado que esté.
    Saludos y buen año.

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  3. Siempre amé el género, pero el estar embebida de literatura para las infancias le perdí un poco el paso al movimiento literario del horror en argentina. LLegué acá a través de visitar De la fosa. Excelente los consejos y todo lo que vienen haciendo para quienes amamos el terror

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