Hoy toca entrevistar a Ignacio Cid Hermoso.
Un artista que supo aprovechar su tiempo creciendo como escritor. Obra
tras obra apresó a cada lector, con cada cuento, con cada novela generó que se
queden grabadas sus historias. Con su última novela (Grotesque,
Dissident Tales) andando por la calle y dando qué hablar, pude frenarlo un poco
para que responda algunas incertidumbres.
Al que le toca hablar ahora es a Ignacio:
Ignacio Cid Hermoso |
¿Cómo apareció tu amor
por las letras?
Desde bien
pequeño, leyendo Tiburón, de Peter Benchley, que fue el segundo libro que me
llevé a la boca. Con siete años empecé IT, de Stephen King. Todo aquello me
marcó. Con ocho años ya tenía dos novelas escritas y aún no sabía ni las reglas
básicas de ortografía. Siempre fue una pasión desbordada, una manera de
contener los nervios, una necesidad tan natural como comer o respirar. Se
podría decir que nací siendo escribiente y los años, la lectura, la práctica y
la madurez me hicieron escritor.
¿Y dónde quedaron esas dos
novelas que escribiste de chico?
Aún conservo
parte de ellas, guardadas en folios escritos a lapicero, en una carpeta de
cartón azul con más de veinte años en sus gomillas. Las he revisitado cada vez
que me ha tocado mudanza. Es fantástico regresar a ese pasado y ver que la
semilla de escritor siempre estuvo allí.
¿Dónde se empieza a forjar el
escritor que sos hoy?
En 2008 escribo un relato extraño
que no se parece a nada de lo que había leído hasta entonces. Tampoco a nada de
lo que se supone que me debería haber influenciado. Y, sin embargo, descubro
que aquello que acabo de escribir soy yo, que esa es mi propia voz. Es un
momento de autorrealización indescriptible. Ese relato, con sus carencias y
defectos, contenía todo el surrealismo, el erotismo, la carga metafórica, el
riesgo argumental que son los pilares de mi trabajo actual. Y salía un
hipopótamo. A partir de ese momento, comencé a explorar caminos que antes ni
siquiera contemplaba, llegando a un punto donde me reconozco, crezco cada día y
soy literariamente feliz.
¿Dónde se puede leer ese relato?
No se puede leer. “El hipopótamo
Constantino”, que así se llama, jamás fue publicado. Nunca me atreví a
enseñarlo, y creo que es mejor así. Sin embargo, sí que se puede leer el que
supuso para mí la confirmación de ese estilo y toda una declaración de intenciones
futuras. Este relato al que me refiero es “Basilio Figueroa” y está incluido en
mi primera publicación en solitario, “Texturas del miedo” (Saco de huesos,
2010). Sigue siendo, a día de hoy, mi mejor relato. El más fresco. El más
emotivo y extraño. Y, ya que estamos, aprovecho para decir que, durante este
año 2016, “Texturas del miedo” verá una reedición corregida, ampliada y con
nueva portada, algo que me hace una ilusión bárbara y una gran ocasión para
redescubrir “Basilio Figueroa” y todos esos primeros relatos que supusieron un
despegue para mí.
Tenés varias obras publicadas y
estás marcando un antes y un después en tu carrera. ¿Ves la evolución en tus
publicaciones pasadas?
Por supuesto. Si no hubiera
evolución, esto no tendría mucho sentido. Esa progresión es evidente entre mi
primera publicación, “Texturas del miedo”, y esta última, “Grotesque”; pero
también se nota entre mis publicaciones más recientes y lo último que he
escrito y que no verá la luz hasta dentro de unos años. La evolución es constante,
el pulido necesario, asomar la cabeza por distintas puertas, arrasar distintas
rutas, no dejar que crezca más hierba de la que piso. Eso es escribir.
¿Leíste tus obras luego de
publicarlas?
No, nunca, salvo mi primer libro.
Solo las releo cuando tengo que revisar galeradas. Y odio hacerlo.
Has ganado premios por tus
cuentos y tus novelas, ¿hubo un giro en tu carrera gracias a eso?
Hubo un giro el día que publiqué
mi primer relato. Supe entonces que había gente a la que le gustaba lo que
hacía. Después, hubo un giro cuando gané mi primer certamen, porque en ese
instante supe que había gente que estaba dispuesta a pagar dinero por leer lo
que yo hacía. Hubo, más que un giro, un salto al vacío el día que recibí la
respuesta afirmativa de la primera editorial que apostó por mí; y hubo, meses más
tarde, un salto cualitativo el día que firmé mi primer contrato con
distribución nacional. Pero, sobre todo, los saltos más importantes se siguen
produciendo a este lado del teclado, cuando del relato se pasa a la novela,
cuando de la primera novela se pasa a la séptima, cuando uno se da cuenta de
que perfecciona, pule, mejora, y cuenta exactamente aquello que quiere contar
de la manera que quiere contarlo.
Grotesque es tu última
publicación, ¿cómo fue el proceso con esa obra?
“Grotesque” nació como una forma
de liberación ante la exigencia narrativa y comercial de “Gespenst” (Dolmen,
2015), la mejor manera de expresar mi universo interior, una puerta abierta al
surrealismo que siempre me ha caracterizado y que siempre he deseado compartir
con lectores sin tabúes. También tenía claro que quería una obra ilustrada.
Pero lo que siempre supe fue que había de esperar a la editorial adecuada para
darla a conocer, y entonces, más de tres años después de acabarla, surgió la
posibilidad de Dissident Tales, una nave con dos pilotos kamikazes que se
enamoraron de la obra y me pusieron en contacto con Javi Hernández, otro
artista que supo hacer suyos los relatos para dar a luz un libro-arte que es
todo lo que siempre deseé para “Grotesque”.
Mucha gente dice que tu mejor
creación. ¿Opinás igual?
Entre todo lo que llevo escrito,
sin duda hay tres obras muy especiales, y esta es la primera que ve la luz.
Tampoco me atrevería a decir que es lo mejor, sí la más personal que sale a la
venta hasta el momento. Para los amantes de las buenas historias, “Nudos de
cereza” sigue siendo la favorita, pero para los amantes de la literatura, de la
forma y de los puzles mentales, “Grotesque” es un reto precioso.
Javi Hernandez |
¿Qué sentiste al ver las ilustraciones
de Javi Hernandez?
Alegría al comprobar que un
artista gráfico con quien nunca antes había trabajado ni tenido contacto
alguno, captaba a la perfección la esencia oscura, absurda y enigmática de mi
obra. Ha sido un lujo contar con su arte para este libro. Algo muy especial.
¿Tenés algún Tip o Toc
con tu proceso de escritura?
Siempre por
la noche y en mi ordenador, con música melódica, a solas en mi habitación y
disfrutando de lo que hago. No se puede escribir sin disfrutar. Se nota. Yo
siempre disfruto cuando escribo.
¿Cuál es tu punto
fuerte y cual tu punto flojo a la hora de escribir?
Es difícil y
algo feo hablar de uno mismo como artista o escritor, pero, amparado por las
críticas y comentarios recibidos, diría que mis puntos fuertes son el ritmo
narrativo y la capacidad para generar drama y tensión. Aunque, sin duda, con lo
que más disfruto es con el acto en sí de escribir, cuando hay que darle forma a
la arcilla: odio las frases hechas, las construcciones de sota, caballo, rey.
Siempre intento sorprender con recursos menos vistos, ir más allá de los
tópicos metafóricos, profundizar en los recursos que la literatura me brinda.
En ese aspecto, soy muy emocional e intuitivo. En cuanto a mis puntos débiles,
podría decirse que, si alguien no comulga con mi manera de escribir, no lo hará
nunca. O, al menos, le costará. Tampoco me he atrevido, hasta la fecha, a darle
la voz narrativa principal a un personaje femenino. Me da mucho respeto.
A principios de año sale mi
novela corta “Anoche, mientras te observaba”, con Base Editorial. Esta es,
posiblemente, mi más arriesgado y exuberante ejercicio de estilo, una obra a la
altura de “Grotesque” en cuanto a rareza y, espero, belleza. Tengo otras tres
novelas preparadas para publicar en los próximos años, pero de momento no sé
con qué editorial verán la luz. Puede decirse que tengo bastante fondo de
armario, lo que tiene una parte positiva y otra negativa: estoy sacando obras
que escribí hace tres o cuatro años, y eso, unido a la evolución de la que
hablábamos antes, provoca que te alejes emocionalmente de ellas, en muchos
casos.
En cuanto a mi trabajo actual,
estoy completando una segunda parte para “Grotesque” (relatos surrealistas),
aunque la cosa va para largo. También tengo en mente dos o tres ideas para
novela, pero no sé por cuál me decidiré. No dispongo de mucho tiempo a día de
hoy, por lo que mi decisión será aquella que me enamore irremisiblemente. Uno
no puede escribir sin estar locamente enamorado de su idea.
¿Alguna vez pensaste en
la autoedición? ¿Qué opinión te merece?
Claro, al
principio, cuando no pensaba que nadie podría interesarse por lo que hacía. De
hecho, me tentaron, pero gracias al destino no piqué. Está muy bien autoeditarse
en Bubok, Lulú, etc., pero está muy mal que existan empresas que se hagan pasar
por editoriales y engañen a autores noveles. Van a la presa fácil, al ego del
escritor, a su ilusión por publicar. Eso es ruin y hace un flaco favor a la
industria. Respeto la autoedición, pero estoy absolutamente en contra del
engaño. Y no solo hacia el autor, sino también hacia el lector. El otro día vi
una pila de libros autoeditados en El Corte Inglés y se lo hice saber a la
persona que me acompañaba. Me dijo que jamás lo habría imaginado. Pero sí, así
era, y el lector tiene derecho a saber que ese libro no ha pasado por ningún
filtro editorial. Aunque, pensándolo bien, hay editoriales, y muy grandes, que
trabajan de forma parecida a las empresas de autoedición, no en cuanto a quién
corre con los gastos, pero sí en cuanto a la ausencia de todo filtro editorial
más allá del amiguismo y el saber invitar a copas. Tristemente, es así. Echad
un vistazo a la calidad literaria del 80% de las novelas lanzadas por grandes
editoriales. Eso es algo que sabemos los que estamos en el mundillo, pero no
los que compran libros. Como es lógico, por otra parte.
¿Me podrías recomendar tres libros y
tres películas?
Esta es
siempre la pregunta más difícil de contestar y aquella que varía de resultado
con más asiduidad, pero intentaré estar a la altura. Empiezo con los tres
libros: “El Pasado”, de Alan Pauls, porque creo que es la obra maestra del
horror romántico, aquella que más honestamente trata el tema que más me
apasiona de todos los temas posibles: las relaciones de pareja. “El valle de
los Avasallados” de Rejèan Ducharme, porque uno no sabe lo que es la forma
literaria y la rabia hecha letra hasta que lee esta obra. Diré también “La
Ciudad” de Mario Levrero, porque es un claro ejemplo de que uno puede ser
surrealista y genuino al mismo tiempo.
Lo de
decirte tres películas es algo que va casi en contra de mis principios, porque
tengo como entre siete y diez obras que podría colocar las primeras de mi lista
de manera indistinta, pero me quedaré con las tres que mejor definen mi sensibilidad
artística: “Léolo”: que es, sin duda, mi película, aquella con la que alcanzo
la comunión total, a todos los niveles. “Barton Fink”: porque es el vapuleo más
hermoso que se haya hecho jamás al ego del escritor. Y “Mulholland Drive”
(aunque podría decirte cualquiera del maestro David Lynch): porque es cine
puro, sin nada que lo pervierta, sin nada que le sobre, una delicia sensorial y
emotiva.
Y para terminar, ¿Por qué tendría que
leer “Grotesque”? ¿Qué te enamoró de ella?
Bueno, diría que “Grotesque” es un
libro que deberías leer si te gusta que te hagan pensar, que no te lo den todo
mascado, que puedas construirte una idea mental propia, interpretativa,
sobreinterpretativa quizá, que te ayude a conocerte mejor a ti mismo, a asociar
sucesos macabros, grotescos, sexuales, desagradables, sucios, bellos o
melancólicos con tu propia experiencia vital. Si eres, en definitiva, alguien
que quiere formar parte de un libro y que ese libro forme parte de ti, ser quien
acabe la obra y disfrutar más de la pregunta, de la caja cerrada, que de la
respuesta o del regalo que hubiere dentro. Como escribo al final del libro: «Este
libro está dedicado a todos los lectores de mente desplegable, a los kamikazes
simpáticos y a los locos de cualquier género». Pero también es posible que todo
esto sea demasiado pretencioso y simplemente debería decir: léela si te da la
gana, la vida es demasiado corta y hay demasiados libros como para que otros
decidan por ti.
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