por Esteban Dilo
Esta
nota no tiene otro sentido más que ayudar al que lo necesite. No son reglas de
oro ni consejos definitivos para escribir un cuento de terror. Cuando uno
arranca con este sueño por cumplir, llega un momento donde tiene dos opciones: primero
pedir ayuda, —ya sea buscando un curso de literatura, una opinión, enviando
textos a diferentes certámenes para recibir la gloria de ser seleccionado o el
trabajo de corregir, etc—, y la segunda sería el que no le gusta o no puede
pedir ayuda y busca las herramientas en otro lado: las que están al alcance de
todos.
Bueno,
yo fui un poco con cada opción y por eso acá dejo algunas herramientas que a mí
me ayudaron. Si algo me dio la literatura fue encontrar con mucha gente
dispuesta a ayudar y, muchas de esas personas hoy son grandes amigos. Así que
no puede salir mal.
Empecemos:
¿Dónde quedan los
sentimientos?
Generar
sentimientos cuando se escribe es muy difícil, ni siquiera hablo del terror, sino de algo que modifique el
comportamiento del lector. Piensen que la persona que estará leyendo su cuento
va a estar muy cómoda, sentada en su mejor lugar, con la temperatura que
quiere, quizá tomando algo, en su casa y disfrutando de la lectura; cuántas
veces se escucha la frase “disfruto de la lectura”; bueno, ese tiene que ser tú
punto de fuga. Una vez que sabemos eso y otros detalles como por ejemplo hacia
qué publico apuntará la historia, podemos ponernos a diagramar lo que vamos a
hacer o simplemente dejar que la historia nos guíe.
El miedo, ese posible primer sentimiento, está más cerca de lo
que uno piensa. Ahora, en este preciso momento, ¿qué es lo que te genera miedo?
Yo, por ejemplo, les puedo contar que mi hija está jugando en el patio delantero
con mi sobrina y lo primero que se me cruza es que alguien la rapte, o la
ataque un perro o directamente pase algo fantástico —se meta adentro de una
mancha de humedad—, bueno, ahí tenemos un buen punto de partida. El miedo está
en lo conocido, en el día a día, sino miren los informativos y díganme si no es
así. Si pensamos en crear un monstruo, un mundo, nuevas reglas y recién ahí,
maltratamos algunos personajes, lo más seguro es que la cosa quede a medio
hacer. No digo que no se pueda realizar, pero, a mi parecer, las mejores
sensaciones que podemos transmitirle a los lectores son las que compartimos con
ellos. Los miedos pueden variar en cada persona, pero siempre es más factible
empatizar con situaciones cotidianas.
¿Cuán largo debe ser el
cuento?
Acá
depende del proyecto que nos hayan pedido, el concurso al que deseemos
participar o simplemente cuanto tiempo tenemos para hacerlo. En un microrelato,
por ejemplo, es muy difícil demostrar un sentimiento por el simple hecho de que
el lector no siente nada por el personaje, no lo conoce, es un objeto más. Si
tenemos la posibilidad de contar cómo es el protagonista, de qué vive, que
tiene, de dónde salió y varios datos más, se nos va a hacer más fácil jugar con
él para sorprender al lector, el cimbronazo va a ser certero. Un ejemplo fácil
es: te cuentan algo que le pasó al hijo del vecino y a vos no te genera nada;
ahora, te cuentan algo que le pasó a un amigo, que sabés por las que pasó o los
problemas que tuvo de chico, o lo valioso que es como persona y… ¿a vos cómo te
llega eso? Es obvio que el sentimiento es distinto, bueno, acá pasa lo mismo.
Hay que preparar el terreno para que las emociones del lector fluyan al igual
que los párrafos del cuento.
Personajes verdaderos
Siguiendo
un poco con el tema del punto anterior: hay límites en todos los géneros, y
cuando hablamos de terror, esta delgada línea de encuadre se convierte en
nuestra enemiga. En una novela los límites autoimpuestos
son más generosos, en lo acotado del cuento no, hay que ser prácticos. Por
ejemplo, si escribimos un cuento donde la sangre, la carne y el gore —que me encanta y si se aprende a
usarlo correctamente pueden generarse muy buenas escenas— son el foco
principal, el personaje queda de lado, pero lo peor de todo es que el lector,
al pasar apenas unas páginas, se va a cansar y en un breve golpe de vista
dejará la lectura a la mitad.
¿Querés un cliché?
Lo
que me pasó cuando decidí ponerme a escribir fue que todas mis historias eran
malas copias de otras. Acá juega un gran papel la lectura, es fundamental
abrirnos la cabeza con ella. No creo que haya escritores que no leen, y si los
hay creo que me daría cuenta de que no lo hacen. El famoso “Al otro día su
cuerpo yacía muerto”, “Al otro día nadie supo de él” o “encontraron su cuerpo,
pero nunca volvieron a ver su cabeza”, son cosas que ya vimos en las películas,
leímos en algún libro, o nos cruzamos en el amplio océano virtual que nos
rodea.
“Ya está todo
escrito”, esta frase golpea muchas veces, y otras, nos hace poner en un lugar
de comodidad, dejando que nuestras oraciones se opaquen por nuestra culpa, por
no esforzarnos un poco más. Cuando hablo de esfuerzo me refiero a trabajar un
poco más la primera idea que nos viene a la cabeza, darle una, y otra, y otra
vuelta, sino, otra alternativa es esperar hasta que la idea esté asentada, y si
nos queda dando vueltas en la cabeza por varios días tiene que ser por algo.
¿Connecticut o Buenos Aires?
Hay
que elegir el lugar donde van a pasar las cosas. La llegada al lector va a ser
mucho mejor si trascurre cerca de él que si pasa en un lugar donde el autor
apenas conoce por google maps;
además, siempre es más creíble escribir sobre lo que sabemos que de algo que no
conocemos. Mi consejo es situar los cuentos en ciudades donde ya hemos vivido,
igualmente, con un poco de investigación se puede generar un buen ambiente para
que pasen cosas en otros lugares, en otros mundos. Pobre Cthulhu, qué sería de
él si saliera del Riachuelo… bueno, ahí hay un lindo ejemplo: en el tercer tomo
de Buenos
Aires Fantástica de la editorial Thelema lo pueden encontrar.
¿Te lo tengo que contar?
Y
acá —hasta el momento— el mejor consejo que me dieron: «no me cuentes lo que
pasa, mostralo». No sirve de nada usar los diálogos para explicar una
situación, o que haya un personaje destinado a informar sobre todos los hechos
como un traductor en vivo. No, ahí está el mayor problema, que no se muestra,
se dicta y eso siempre se puede mejorar.
Acá la corrección juega un papel fundamental para encontrar este tipo de
situaciones y son reversibles, siempre hay y por más que uno escriba todos los
días como un poseso el vómito literario
como le digo yo al borrador, está lleno de esto y ajustando el ojo vamos a
poder suplantarlos por escenas que le generen algo al lector y no solo informar
lo que sucede.
¿Estás diciendo que terminamos?
No sos vos, es el final. La precipitación en los cuentos se nota y
queda mal. Sí, como hablaba antes, vas a trabajar tu personaje y el peso de la
historia va a aumentar, no tiene sentido que la ansiedad te gane y regales un
final. Si dejás un lindo cuento a medias no va a tener sentido —lo peor es que
te vas a dar cuenta— y el lector que te lea va a quedarse con esa historia como
un recuerdo. Va a volver a leer tu nombre y lo primero que le va a venir a la
cabeza será Uf, este escribe de tal
manera y pasa de largo.
La
resolución del cuento tiene que ser el mejor detalle, sino la construcción que
generaste a lo largo de la historia queda desinflada por el cierre. Dejen cabos
sueltos para el final. La sorpresa
es un gran recurso para desestabilizar al lector y dejarlo pensando, incluso
después de la lectura. Desde el momento que una persona se pone a leer algo nuestro
está invirtiendo tiempo que hoy no se regala, y eso es el mejor premio.
Consejo extra
El libro Clínica de Terror es un ensayo escrito por Gonzalo Ventura y Ruben Risso, dos compañeros del colectivo editorial De La Fosa que la tienen muy clara con este tema. Parte de la contratapa dice:
"Ponemos a tu disposición todo su conocimiento para que te conviertas en un autor o autora de horror. Decimos: "¡Basta de las mismas historias de siempre!" y te damos las herramientas para que asustes a tus lectores con altura y un poco de psicopatía.
Bueno, podría seguir y seguir pero entonces no tendría sentido el título de la nota. Hoy son 7 consejos para escribir cuentos de terror, mañana veremos.
Espero
que les hayan servido y no se olviden de leer mucho y escribir siempre que se
pueda.
Con el don no se hace más que llegar al primer tiempo, después hay que definir el partido.
Muy buenos consejos, Dilo.
ResponderEliminarActívenos a los lectores el botón suscribir, así no nos perdemos de nada :)
Abrazo berlinés.
Muchas gracias por pasar, Angie. Hay que compartir este tipo de cosas para todos los que llegan =)
Eliminar¡Abrazo grande!
Buen artículo, Esteban.
ResponderEliminarAcerca del punto donde se habla sobre la locación del relato, coincido en la importancia
de situar la acción en lugares que nos sean reconocibles, o sobre los que se haya indagado lo suficiente. Hay un cuento en particular que creo que es un claro ejemplo:"Bajo el agua negra", de Mariana Enriquez, donde parte de un hecho de la crónica policial para luego adentrarse en una sórdida Buenos Aires a orillas del riachuelo. Creo que, más allá de lo reconocible del hecho policial, es un caso donde la elección del ambiente es vital, y que no hubiera funcionado de la misma forma si lo hubiera situado a orillas del Ganges, por mas contaminado que esté.
Saludos y buen año.
Siempre amé el género, pero el estar embebida de literatura para las infancias le perdí un poco el paso al movimiento literario del horror en argentina. LLegué acá a través de visitar De la fosa. Excelente los consejos y todo lo que vienen haciendo para quienes amamos el terror
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