Otra participación en la revista "Panorama urbano".
Esta vez toca un poco de ciencia ficción, de la mano de "El niño de blanco y el Talante".
Una especie capaz de comunicarse telepáticamente con los de su raza y con la singularidad de cambiar su forma física. Atrapada en una nave humana y sin poder hacer uso de sus cualidades... ¿Quién lo ayudará?
Espero que disfruten de su lectura. Un saludo desde la nave.
Espero que disfruten de su lectura. Un saludo desde la nave.
El niño de blanco y el Talante
Relato
de ciencia ficción
Imagen realizada por CARLOS RODÓN |
Nunca había estado entre tanto silencio. Era
extraño haber vivido durante décadas acompañado por un murmullo constante y luego sentir el vacío de golpe, como si
fuera una sentencia al azar. Ellos no buscaban a ningún Talante en particular,
por eso, aunque seamos todos iguales, nuestra defensa natural no sirvió.
Estaba pescando en
las cercanías del bosque de crianza, donde los seres acuáticos abundaban por
las altas temperaturas; cuando un peso desparejo cayó sobre mí. Las ondas
eléctricas que poseía la red me desmayaron antes de llegar a su nave. Por lo
que pude ver antes que me suban, era un engendro metálico, no se parecía a una
de las nuestras.
Pude avisarles a los
demás por medio de mis pensamientos, pero sus preguntas me bombardearon y no respondí
nada. Ya estaba dentro y desde ahí se dificultaba mi conexión con ellos.
Una vez que me
metieron en lo que ellos llamaban “la
caja”, no pude comunicarme con nadie más. Los seres extraterrestres me
hablaban, los entendía pero no tenía forma de responderles, no sabía como. Por
su fisionomía eran humanoides, y me atraparon para su diversión. Todos pasaban
a verme como si fuera una obra de arte. No lo entendía; si nos hubiesen pedido de
forma pacífica una expedición por nuestro planeta, con gusto podrían ver todo
lo que quisieran, pero no, no se manejaban de forma lógica.
Mantenían la densidad
adecuada en el aire de mi prisión, para que pudiese respirar con normalidad.
Cada cierto tiempo removían el aire de “la
caja” para que no muriera. En el momento que abrían la compuerta superior,
podía escuchar a toda mi gente en mis pensamientos. Había pasado tres veces, en
tres días diferentes y en ningún momento pude decirles donde estaba, la nave se
mantenía en constante movimiento y aunque estuviese quieta, tampoco sabría en
donde me encontraba.
Sus crías eran las
que reaccionaban de manera singular, ninguna era igual. Algunos golpeaban la
pecera de acrílico para que los mire o me acerque a ellos. Otros, los que para
mí eran los más naturales, se quedaban abrazados a las piernas de sus
cuidadores y le tiran de sus trapos para que los alejen del lugar. No entendía
que ganaban con eso. En mi planeta eso no existía, es más, nunca se nos hubiese
ocurrido hacer algo semejante. La esclavitud de las vidas eran un mito que vagó
por las ondas que se perdieron en el espacio y un anciano una vez escuchó. Solo
eran un cuento para asustar a las crías que se descarrilaban de la manada. No
eso, no me podía estar pasando a mí.
Desde mi prisión se
podía ver un lugar bastante transitado. Por sus rasgos son pertenecientes a
distintas camadas. No entendía mucho de sus costumbres, aunque podía enfocarme en
que son bárbaros; pero, había una cría diferente a ellos. Tenía sus ojos con un
brillo particular y siempre me miraba con compasión, pero luego supe que era
cariño.
Después de dormir
algunas horas, me desperté de forma precipitada. Escuchaba una voz dulce que me
incitaba a seguir durmiendo, pero me levanté y en una de las paredes estaba el
niño de mirada especial. Sus ojos eran blancos, transparentes tanto por el
color como por su ser. Podía ver como era y no estaba equivocado, su mano
estaba apoyada en la parte exterior de mi libertad.
—¿Quién eres? —Pregunté
entre pensamientos.
—Eso no importa. Sé
que no debes estar aquí. Este no es tu lugar. —Me respondió de la misma forma,
sin mover sus labios como los demás.
—Me raptaron tus
jefes, pareciera que estoy para su diversión. No puedo vivir por mucho tiempo
alejado de mi pueblo, moriré en unos días.
—Lo se. Puedo ver en
tu interior. Yo te voy a ayudar —Dijo el chico.
—¿Pero… Por qué me
ayudas?
—Porque ellos quieren
saber tu secreto para comunicarte por pensamientos, y no merecen poseerlo. No
te quieren exponer nada más. Le temen tanto a la soledad que arrebatarían
cualquier especie de esta galaxia que pueda darle su solución y una de todas
ellas eres tú.
—¿Ellos? ¿Acaso tú no
eres parte de ellos? —Pensé extrañado.
—Yo no miro, ni
observo. Puedo haber nacido de un vientre humano, pero no soy parte de ellos.
Nací sin vista para ver seres especiales como tú, y tengo que mantener el
orden, sino volverán a querer arrebatar los planetas como lo hicieron cuando la
tierra aun giraba.
El niño sacó su mano
de la pared acrílica y la comunicación se silenció. Su vara, albina como sus
ojos, iba de un lado a otro esquivando la multitud de su raza.
Pasaron los días y el
chico de ojos blancos seguía en su lugar habitual. Yo, por mi parte, trataba de
adaptarme a la decoración de mi lugar, pero no lo lograba. Entre los cambios de
aire de mi hábitat pude decirle a mi gente que me encontraba con vida.
Desde que me raptaron,
siempre mantenía mi forma tradicional, no quería cambiar de aspecto para no
darles motivos de querer arrebatarme también eso. Mi color rosado estaba
palideciendo, extrañando mi planeta.
Durante mi descanso
volví a escuchar la voz. Me desperté para poder hablar con alguien, y ahí
estaba el niño.
—Ya sé como ayudarte.
—Pensó.
—Dime… necesito irme
de aquí.
—Orbita 5 de Júpiter.
Luna 3.
—¡Gracias!... ¿Cómo
puedo pagarte, niño?
—Si pudiera respirar
tu mismo aire, te pediría que me lleves contigo… Pero no puedo.
—¿Por qué vendrías?
—Cada vez estoy más
seguro de que nací en el lugar equivocado. Y luego de pensarlo… puedo
comunicarme contigo: Los pensamientos de todos los seres son los mismos, lo
único que me diferencia es de donde provengo.
—Sí. Yo también lo
entendí así. Espero que logres diferenciarte. Pero… deberías ponerte a salvo. —Pensé.
Vi que en su rostro
se dibujaba una sonrisa y sacó su mano de mi alcance. Se alejó hasta que lo
perdí de vista.
Al día siguiente, cuando hicieron la maniobra
diaria para que no pereciera en su atmósfera, comuniqué las coordenadas que me había
dicho el niño. No escuché su confirmación de recepción, pero los esperé.
Me
desperté pensando que él estaría enfrente mio, pero no fue así. Las alarmas
sonaban e iluminaban el lugar con un rojo intenso que titilaba en los pasillos.
A lo lejos pude ver a varios Talantes
luchando por encontrarme. Llegaron a mí y luego de correr por varios pasillos me
subieron a la nave de trasbordo.
Cuando estábamos
alejándonos en la nave madre, pude ver como las detonaciones hacían de la nave
un amasijo de metal. Entre todos los festejos de mi colonia pude notar esa voz
celestial por última vez:
—Hasta
pronto —Susurró y una lagrima cayó en respeto a su ser.
Les contaré a todos en mi planeta, que
gracias a un ser brillante y de un blanco estelar aprendí más de la vida y
además les enseñaré.
Cada luna que venga a
diario le dedicaré unas palabras y un recuerdo.
Esteban Di Lorenzo «DILO»
La imagen de "Los ojos del niño" fue realizada por CAROLINA DILO |
Muy bueno, Esteban. Muy sentido, triste y dramático; muy buen final, también.
ResponderEliminarMe gustó, che.
¡Saludos!
A veces me llevan para ese lado... un poco teológico. :D
EliminarGracias por leerlo, amigo.
Emotiva historia con un mensaje de paz y esperanza que combina drama y ciencia ficción al mejor estilo cine de Spielberg.
ResponderEliminarTe felicito por la publicación.
Saludos.
Hola, Raúl. Gracias por leerlo.
EliminarEs un personaje que está interviniendo en varias historias, vamos a ver si lo vemos más seguido. :)
Un abrazo enorme.