
¿Cómo llegó la literatura a tu vida?
Mi madre era lectora y yo comencé a imitarla. Tal vez por
eso. Igualmente siempre me dieron curiosidad los libros, sobre todo los que
incluyeran imágenes. En casa había libros, mi vieja iba a la biblioteca a sacar
novelas, yo la acompañaba. Charlábamos mucho. Creo que en algún momento me
propuse ser el novelista que ella hubiera deseado. Al menos así me he
analizado.
¿Creés que llegaste a serlo?
Tal vez. Quizá a ella le gustaban más los thrillers. Tenía un
gran gusto por lo morboso. Un día me pasó una revista para que leyera un cuento
del Decamerón. “Es re porno”, me dijo entusiasmada. Pero era bastante flojita
la historia.
¿Cuándo sentiste que podías ser
escritor?
Siempre me dio pudor decirme “escritor”. En el 2008 se
publicó un cuento mío en una página española llamada Fantasymundo. Recuerdo que
me dije “Creo que soy escritor”. En ese entonces yo tenía 26 años, y llevaba
escritas cinco novelas inéditas y decenas de cuentos. Pero a partir de esa
publicación me reconocí como escritor. Antes había publicado otro cuento, “El
brujo”, en Axxón, pero ahí no me sentía un escritor. Podría haber sido suerte
que me publicaran “El brujo”. En cambio cuando en Fantasymundo apareció el
relato corto “Pili” pensé que ya no era casualidad: era un escritor. Dos años
después el relato desapareció de esa página porque se publicó en la Argentina
la novela titulada Pili. Igualmente,
nunca digo que soy escritor, salvo que alguien me pregunte. Me sigue dando
pudor concebirme así.
¿Sos partidario de tomar clases en
talleres literarios? ¿Cuál fue tu mejor manera de aprender?
Sí, los talleres me parecen bárbaros. No te enseñan a
escribir (nadie puede hacerlo) pero sí te enseñan a escuchar y a hablar. A
compartir. Y esa es la mejor manera de aprender. Con respeto por la escritura
del otro. Oyendo críticas que te ayudan a mejorar. Cuando leo u oigo una
crítica de algún libro que publiqué siempre pienso “Tengo que trabajar más”.
Entonces agacho la cabeza y me esfuerzo más. No sé si los resultados son
satisfactorios, pero el intento lo es todo, ¿no? Y esa manera de escuchar
sugerencias la aprendí en el taller al que fui siendo adolescente.
¿Hasta dónde te gustaría llegar como
escritor?
Si me permito soñar te puedo decir algunas cosas. Siempre
deseé ganar el Premio Clarín de Novela. Y el Cervantes. Jaja sé que suena
pretencioso, pero eso es lo que deseo. Y ver en el cine algunas de mis novelas
sería genial. Viajar y conocer otros lugares, charlar con lectores… En resumen:
recibir cariño. A eso apunto en la vida y en esto de la literatura.
¿Qué libro te marcó para siempre?
Me marcaron muchos. Pero me marcaron más los libros malos.
Recuerdo que con mi madre leíamos cuentos en un manual de la secundaria
(teníamos un kiosco en Tornquist y había tiempo para leer y charlar) y ella
cerraba el libro luego de leer algo en voz alta y me decía: “Si publicaron esta
pelotudez, entonces, ¿cómo no van a publicar los cuentos que escribís?”. Ahora
que lo pienso, no sé si me estaba diciendo si lo que escribía era una pelotudez
o no. (También noto, al rememorar, que mi madre hablaba como la expresidenta). Bueno,
el caso es que me motivó a seguir intentándolo.
Y algún libro que me marcó (para bien) sería “Cementerio de
animales” de King. Ojalá algún día escriba un libro tan bueno como ese, o como
“El hombre ilustrado” de Bradbury.
¿Por qué creés que escribís terror?
Me divierte. ¡Soy como un hombre que solo quiere asustarse!
Me encantaría divertir a mucha gente. Que se conecten con la historia que
inventé es algo mágico. Hay mucha gente que desea una trama sobrenatural. Somos
legión.
Sos un escritor prolífico, ¿tenés
algún ritual a la hora de escribir?
Tengo disciplina. Y un ritual tonto: cuando escribo una
novela me coloco un gorro tejido de color amarillo, negro, rojo y verde.
¿Podés contar algo más de esa disciplina?
Me fuerzo a sentarme. A veces procastino lavando los platos,
en vez de escribir. Tengo un superyó muy dictatorial que me obliga a sentarme.
“Hasta que no escribas dos páginas no ves esa película”. Me siento frente al
teclado y dejo que las compuertas se abran. Mi mente siempre está imaginando
acerca de la historia en la que estoy trabajando. Por suerte mi mente (no sé
cómo funciona el cerebro ni la creatividad, pero a mí me pasa de esa manera) se
ocupa de imaginar mientras estoy haciendo otra cosa. Todo lo absorbe. Es como
si tuviera compartimientos separados. Mientras hago una tarea doméstica como
cocinar, una parte de mi mente está ahí, pero otra parte imagina situaciones,
diálogos, ambientes para describir. Duchándome, saliendo a correr o en cualquier
situación he tenido conceptos que me ha interesado volcar en la escritura. También
estoy muy atento a mi alrededor: las personas con las que trato diariamente me
ayudan, sin saberlo, a escribir.
Tenés publicadas novelas autoeditadas
y bajo un sello editorial ¿Cómo te gustó más publicar?
De cualquier manera me ha gustado. Me topé con editores
amables, y eso es lo importante.
¿Cómo es eso de que te están
traduciendo a coreano?
Es algo que aun no termino de entender. Un muchacho me envió
una foto de una universitaria coreana que traduce cuentos míos a ese idioma. Es
algo que no me veía venir.
¿De qué trata «Los Señores De Xibalbá»?
Es la historia de dos hombres que viajan a una ciudad en
busca de venganza. Ellos son hermanos y deben descubrir quiénes asesinaron a
sus padres.
¿Es autoconclusiva o habrá una
segunda parte?
Es autoconclusiva. En mis libros y cuentos los personajes o
situaciones están conectados, a veces no de manera demasiado evidente, pero en
este caso es una historia individual.
La soledad del escritor es uno de los
temas más hablados en el ámbito, pero, no todos comparten que es literal. ¿Cómo
es tu proceso de escritura?
Es muy solitario, tal cual. Debe haber silencio. Por eso
prefiero la noche. Aunque aprendí este último verano a aprovechar el día. Ahora
puedo decir que escribo en cualquier horario. Tengo las cosas en mi cabeza y
escribo. Tomo notas a medida que avanza el relato o novela. No sé cómo
explicarlo. Es algo raro. La historia me viene como una imagen en donde está
todo.
¿En qué estás trabajando ahora?
Estoy escribiendo una novela y una biografía.
¿Qué tipo de investigación usas para tus
novelas?
No soy de investigar mucho. Noticias policiales, o de casos
sobrenaturales. Lo demás me aburre. Pero en realidad todas las lecturas que
absorbo son una investigación acerca del lenguaje. Novelas, cuentos, poemas,
ensayos. De cualquier género. La gente suele sorprenderse cuando se entera que
me encanta la poesía, y sobre todo la de amor. Para escribir hay que leer de
todo. Después escribí lo que se te antoje.
¿Qué autores contemporáneos
recomendás?
Los cuentistas Juan José Burzi y Pamela Terlizzi Prina. Y los
poemas de amor de Adrián Giorgio también me gustan mucho.
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