Relato recientemente publicado en la revista española CORAZÓN LITERARIO. Desde Málaga para ustedes. Mi primer publicación digital hasta el momento se encuentra frente a sus ojos. Un relato de suspense con una porción de terror psicológico.
Les recomiendo que descarguen la revista, está llena de relatos increíbles. Aquí también podrán leer una poesía de mi autoria que habla un poco de la sociedad en la actualidad.
Abajo el enlace y un poco mas allá el relato en cuestión, que lo disfruten... y se asusten.
Forjando
el futuro
Los
autos pasaban igual de rápido que el día anterior. Otra vez se había quedado
dormido y
ya era el quinto día consecutivo de la semana. Otro viernes que
no iba a poder aprovechar al máximo en el trabajo por quedarse sosteniendo la luna
la noche anterior. A su lado, en el auto,
iba un compañero a quien acerca todos los días. No emitía sonido alguno; estaba demasiado pendiente de los autos
que esquivaba Marcos para llegar lo menos tarde posible. Lo que él no sabía es que lo hacía para que no
llegue igual de tarde que él.
Dejaron
el auto en el final del estacionamiento y corrieron a marcar las tarjetas de
asistencia. Entre zancada y zancada saludó a todo el personal que se le cruzó; toda persona que estuviera trabajando en
el predio industrial lo conocía, ya fuera por
los nueve años que llevaba trabajando ahí, o por su padre, Don Héctor, que
trabajaba luego del turno diurno en la limpieza de todo el predio. Era el único empleado que estaba firme
desde la inauguración del predio. En realidad no era el único, tenía dos
compañeros de la camada inicial, pero aquellos muchachos desaparecieron
misteriosamente.
Una
vez dentro de la empresa, cada uno tomó su camino hacia su puesto de trabajo. Era una empresa enorme; de por sí podría decirse sin miramientos que
era un trabajo insalubre: la
fundición metalúrgica no es para cualquiera, entre 30° y 45° la mayor parte del
año. Marcos llegó a su puesto de trabajo, que
era manejar un horno de los más antiguos, en el cual había aprendido el
oficio de «fundidor». Solo él conocía las mañas de ese aparato monstruoso. Su
trabajo consistía en volcar hierro fundido
del enorme recipiente superior en los moldes que el pusiera debajo.
En
los tiempos libres que dejaba el
proceso de la máquina, observaba a
su alrededor y disfrutaba de tener
los protectores auditivos. No quería
que nadie le hablase, estaba podrido
de la gente, de la rutina y del trabajo.
El
día pasó igual de rápido que los demás, comió la porquería de siempre y de
merienda el café con el mismo gusto a medias sucias que larga la harapienta
máquina del comedor.
Cuando
a la jornada le faltaba un cuarto de
hora, vio entrar en el sector de fundición al jodido del jefe.
—Marcos, buenos días
—saludó el jefe con un movimiento de cabeza.
—Hola
—respondió en seco Marcos.
—Veo
que no dormir te pone de mal humor ¿no? Aunque, dejando de lado las cosas
banales, te pido que antes de retirarte pases por mi oficina. Hasta luego.
—
¿Pasó alg...? —Ni siquiera pudo
terminar la pregunta. No le dio tiempo a decir una palabra más que ya estaba
encaminado hacia su despacho.
Pasaron
los minutos que quedaban de la jornada y luego de marcar se encaminó a la zona
de las oficinas. Se paró frente a la puerta que citaba «Director de producción» y se quedó
escuchando las risas que provenían
desde adentro. Golpeó y entró sin esperar que le dieran permiso alguno.
El
primer panorama que vio fue un escritorio de madera pulida casi a espejo, que
dividía la mirada de su jefe y de un individuo que ni siquiera desvió la mirada
cuando Marcos entró.
—Sentate, no perdamos
tiempo —dijo el jefe observando cómo Marcos arrastraba la silla de mala gana—.
El motivo por el cual te pedí que vinieras es para presentarte a …
—Mire, tengo un
compromiso en un momento, ¿podría ser puntual, si no le molesta? —objetó Marcos
—Bueno,
si así lo preferís no tengo ningún tipo de problema. A tu lado tenés a tu
reemplazo. Junior ocupará tu lugar.
—Hola,
¿qué tal? Soy Junior—dijo el «nuevo»
con una sonrisa.
—
¿Qué tal? —Saludó Marcos de mala
gana—. ¿Terminamos?
—En
efecto, acá termina la reunión—dijo el directivo levantándose de su silla—. La
decisión está tomada, no te echo. Te voy a
una dar una última oportunidad y te la estoy dando solo porque conozco
desde hace años a tu padre.
—
¿Entonces? No lo entiendo, ¿me vas a cambiar de turno? —preguntó Marcos
confundido.
—Efectivamente,
a partir del lunes entrás al turno noche. Junior ocupara tu puesto en este
turno y vos te ocuparás de fundir de noche. Solo. Ya tenés suficiente
experiencia.
—
¿Le tengo que agradecer? —dijo Marcos.
—No
hace falta agradecer nada. Acompáñenme ambos a la salida —dijo el jefe llevando
a los sujetos hasta el pasillo—. Hasta luego, Marcos.
Marcos
se quedó mirando cómo el director le mostraba la empresa a Junior como si fuera
Disneyworld. Su suplente giró la
cabeza hacia Marcos y con una sonrisa sobradora lo saludó. Marcos le hizo un «corte de manga» y se dio vuelta puteando
a los dos, sin poder creer lo que le
hizo el tipo ese. Ir a trabajar de
noche era una penitencia, hacían eso con la gente problemática y él lo sabía. No tardó en subirse al auto e irse.
* * * *
El
fin de semana pasó rápido, aunque a Marcos se
le hizo un poco más largo ya que él
entraba a la tarde del lunes. Ya no quería saber nada con aprovechar los días,
la noticia del viernes lo dejó seco en actitud, sobre todo por su rechazo hacia el
trabajo.
Llegada
la hora de partir hacia la fundición se
subió al auto y manejó tranquilo por el mismo recorrido que transitaba a
diario, con la diferencia de la ausencia de tráfico. No se tuvo que despertar a
las apuradas, llegó con tiempo de sobra y abrió el lugar sin apuro. Algo
positivo en toda esta movida era que no iba a tener el problema de perder el
presentismo todas las quincenas.
Prendió
solamente las luces de su sector y se dirigió hacia la máquina. La «boca» del crisol largaba un humo blanco
que invadió todo el lugar. En el anterior turno prendían la «olla» una vez a principio del día y la
dejaban prendida para no perder el tiempo fundiendo el hierro. La temperatura
se mantiene en el ambiente durante todo el día.
Al cabo
de media hora ya estaba trabajando tranquilamente. En el silencio de la noche y
sin la protección auditiva, se sintió más libre, ya no había personas que espantar. Durante toda la
noche se dedicó a verter el hierro al rojo vivo del crisol al molde que estaba
debajo, que parecía una enorme
bañera metálica.
Con
su producción completa y con una hora de sobra, se tiró a dormir en una silla.
Sin siquiera pasar más de media hora lo despertó un sonido. Sonaba como alguien golpeando la chapa. Era su padre llamando desde el exterior. Rezongando,
Marcos se levantó y le abrió el portón aún con los ojos a medio abrir.
—Perdóname,
hijo —dijo Don Héctor asomando la cabeza—, me olvidé la llave, menos mal que
estás vos y no el viejo amargado de antes
que nunca saludaba.
—
¿Qué hacés papá? No pasa nada. Al tipo ese lo pasaron a la tarde ahora. Pensé
que venías antes de mi turno a limpiar las oficinas.
—Si,
a veces. Igual se me hizo tarde, ya no son las mismas, viste —dijo el padre
señalando sus rodillas—. ¿Y? ¿Cómo estás vos con este cambio?
—Un
poco enojado, preocupado por las cuentas que debo, estoy cerca de que me peguen
un voleo y derechito a la calle.
—Tranquilo.
Marcos, no te calientes, dejame ver si puedo hablar con tu jefe.
—Hace
como quieras. Ya estoy en la cuerda floja —dijo mientras bostezó—. disculpá
viejo, no doy más del sueño, el cambio de horario me mata. Me voy a acostar un
rato —murmuró dándole una palmada.
—Andá, hijo, yo te cuido la espalda —dijo como tono sicario,
mientras seguía con su recorrido.
* * * *
Los
días pasaron y el empleado «nuevo»
perdió ese mote para pasar a ser llamado el
«más productivo». Mientras tanto hay
un empleado escoltando la luna que nadie ve, a Marcos nadie lo recordaba. Estos halagos
sobre Junior no tardaron en llegar a sus oídos, haciendo que la producción de
Marcos se vea influenciada por su preocupación a perder el trabajo.
Marcos
entró a trabajar como cualquier noche, se dirigió hacia su puesto de trabajo,
pero se dio cuenta que faltaba algo
en el ambiente: el calor. La temperatura del lugar estaba igual que el
exterior, no se escuchó el hierro líquido a más de 1200°C. Se acercó a «la olla» y sintió que estaba a
temperatura ambiente. Efectivamente alguien cortó el ciclo de fabricación. Lo
único que pensó fue que Junior se lo hizo a propósito.
La
noche poco productiva llegaba a su fin y Marcos no tuvo ni la mitad de los
productos fundidos. Supo que el día siguiente iba a empezar con el pie
izquierdo.
* * * *
Al
entrar a la empresa notó que la temperatura ya era más elevada y se sintió aliviado. Avanzó hacia el reloj para marcar su
entrada, vio un aviso con su nombre.
Rezaba: «amonestación: producción
paupérrima». Ni siquiera la abrió; sabía
que como mínimo le correspondía un
día de suspensión. La dejó en su lugar.
Llegando a su puesto, luego de prender las
luces, se dio cuenta que había otra
nota escrita, pero ésta estaba hecha a
mano. Lo esperaba sobre la mesa y sin dudarlo se dispuso a leerla.
“Ten cuidado con el horno, se puede apagar... junto a ti.”
Gruñendo,
la hizo un bollo y la tiro al cesto. Se quedó mirando el papel, pensando si
tenía que guardarlo como una prueba, pero sabía que nadie le iba a creer, si no
es algo irrefutable no vale la pena arriesgarse. Se dio vuelta, bajo la palanca
del crisol de un tirón y comenzó a caer el hierro líquido en «la bañera». Trabajó duro durante un largo
rato, no quiso pensar más.
Marcos se alegró al
ver entrar a su padre por el mismo portón que entraba siempre.
—Hola,
hijo ¿Qué pasa con esa cara? —preguntó mientras lo saludaba con un beso.
—Mala
semana, pa. Ayer entré y tenía la producción parada —dijo Marcos sacudiendo la
cabeza.
—
¿Cómo puede ser? Tardaste toda la noche en poner todo a punto, ¿no? —cuestionó
el viejo frunciendo el ceño.
—Sí,
tengo una sanción esperándome, pero
eso no es lo peor, lee esto —dijo Marcos
alcanzando el papel del cesto.
—No
entiendo, te lo hicieron a propósito. ¿Quién pudo haber sido?
—Seguro
fue Junior, ese quiere acomodarse cueste lo que cueste y le está saliendo bien.
—Vos
dejame que me encargue de la situación, no es la primera vez que soluciono este
tipo de problemas.
—
¿Eh? Papá, dejá todo como está. Si te hace algo no voy a parar hasta
decapitarlo, no quiero perder el trabajo —gruñó Marcos apretando el puño.
—¡Ja,
ja! Hijo, no me subestimes —dijo, giñándole un ojo—, te digo que sé lo que
hago, te lo digo en serio.
* * * *
Luego de cumplir con la suspensión que le propinó la
gerencia, volvió más calmado que de costumbre. Las horas pasaron hasta culminar
la jornada; era un jueves común. Agarró la planilla de producción para llenarla
como siempre, cuando se dio cuenta que el nombre del «productivo compañero» no
estaba donde siempre. Revisó las planillas de los días anteriores y notó que
Junior no había ido a trabajar desde el lunes. Marcos no tenía a mano a ningún
compañero para preguntarle si estaba enfermo, si renunció y cambió de trabajo o
algo por el estilo.
Terminó
la noche y fue al vestuario a cambiarse para irse a su casa. Mientras estaba
atándose los cordones, vio aparecer a su jefe por la puerta lateral. Se acercó
hasta él y lo saludó fríamente.
—Mañana es tu ultimo día de noche;
el lunes volvés a la normalidad.
— ¿Qué vas a hacer con tu chico
preferido? ¿No te sirve más? —cuestionó Marcos, esbozando una sonrisa.
—Seguramente no sabes nada. Desde
el inicio de la semana Junior no se presenta a trabajar, no sabemos nada de
él. Abandono de trabajo es el encabezado
de su telegrama. Yo no quería echarlo pero la decisión está tomada desde más
arriba.
— ¿Así nomas, se esfumó? No
entiendo —Marcos lo miró fijo—. Estaba anonadado totalmente, ¿por qué se iría?.
—No lo se, ya nos enteraremos
—Respondió cortando el tema —Por lo pronto estás informado del cambio de
horario. Hasta el lunes.
Marcos
se quedó pensando, no pudo entender como una persona como Junior pudo dejar de
trabajar de esa manera. Es extraño que no se enterara de nada en el noticiero
local o de alguna otra forma. Pareciera ser que... solo desapareció.
* * * *
A la noche siguiente llegó temprano al trabajo y
estacionó el auto en el mejor lugar. Tuvo que trotar hacia el techo más
cercano, la lluvia caía a tal velocidad que hacía daño. Saludó al seguridad del
predio y se encaminó hacia la fundición. Fue hasta el reloj para marcar su
entrada, luego se dirigió al portón de su sector, cuando de la oscuridad salió
su padre apurado.
—¡¿Qué haces a esta hora acá?!
—gritó Marcos tocándose el pecho —Me hiciste pegar un susto bárbaro. ¿A dónde
vas tan rápido?
—Hoy terminé antes —respondió su
padre con una sonrisa pícara—. ¿Por que te tengo que dar este tipo de
explicaciones?
—Pará un poco. ¿Por qué te atajás?
Te dije que me asusté, nunca veo a nadie a esta hora.
—Encima que te ayudo, dejame pasar.
—Se dio la vuelta y se alejó rápidamente.
—¡Pará! ¿A dónde vas? ¿Contame qué
pasó?
Marcos esperó una respuesta pero lo
único que escucho fue el «clic» de la puerta que se cerró. Sin entender nada,
pasó por la puerta que su padre dejó abierta y prendió las luces. Todo estaba
como tenía que estar, iba a ser un viernes tranquilo.
Cuando se arrimó al puesto de
trabajo vio algo que lo dejó helado. En la base del horno, en lo que llaman «la
bañera» yacía una persona boca abajo. Marcos abrió los ojos como si fuera una
caricatura. El cuerpo se encontraba tirado, sin mostrar reacción alguna. Marcos
miró hacia todos lados tratando de ver si había alguien pero no era así, estaba
solo. Al enfocar la mesa vio un sobre negro con su nombre, lo abrió y leyó.
Marcos:
Te dije que
iba a ayudarte. Ya lo hice una vez por mí, y soy el más antiguo en el lugar.
Hoy te lo enseño a ti.
Siempre que se
esté a punto de perder algo preciado, uno pasa a ser el eslabón más importante
de la cadena. Hoy te dejo las herramientas para sacar lo que sobra, para
terminar la faena, así volver a empezar y seguir mis pasos, más tranquilo.
Tu padre.
El
peor escalofrió que jamás sintió le recorrió la espalda. Con las manos
temblorosas guardó el papel en el bolsillo del pantalón. Se acercó al cuerpo y
lo dio vuelta. Efectivamente era Junior, tenía un olor horrible, ácido, como si
fuera un químico o algo por el estilo. Marcos se imaginó que su padre lo había
drogado para llevarlo hasta ahí.
Se quedó observando el cuerpo por
un rato. El zumbar de las luces fluorescentes y la «olla» hirviendo encima de
ellos lo hizo entrar en un trance.
“Ya lo hice una vez por mi” , pensó
Marcos y ahí se dio cuenta cómo su padre consiguió la antigüedad sin que nadie
lo molestase.
Ahora tenía en sus manos el futuro.
El camino parecía estar alcanzando la parte más alta. Avanzar y triunfar o caer
en picada junto a su padre.
Marcos no lo pensó más, convencido
de volver a comenzar, decidió ser él el vencedor en esta historia. Agarró con
las dos manos la manija y tiró de ella muy despacio haciendo caer el liquido
encima del cuerpo de Junior. Los espasmos duraron a penas un segundo. Un brillo
anaranjado se reflejó en sus ojos dando en él la mirada más enferma que tuvo.
El olor a carne calcinada inundaba el lugar. Las pruebas se borraron de
inmediato.
La
competencia debe ser algo genético.
Siempre hay tiempo para forjar el
futuro.
Fin
Esteban Di Lorenzo
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